Inspirados en la Espiritualidad y la Excelencia

Tu Futuro Comienza en una Decisión Correcta

DECLARACIÓN DE FE UNISER

Escritura Inspirada

La Biblia es la Palabra inspirada de Dios, una revelación de Dios para el hombre, la regla infalible de fe y conducta, mayor a la consciencia y a la razón, pero no contraria a la razón (2 Tim.3:15-17; 1 Ped. 1:23-25; Heb. 4:12).

El único y verdadero Dios se ha revelado a sí mismo como omnipresente, revelado como “YO SOY”, y más adelante se ha revelado a sí mismo como encarnado en los principios de relación y asociación, al existir simultáneamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo (Deut. 6:4; Marcos 12:29; Isa. 43:10,11; Mateo 28:19).

El hombre fue creado bueno y correcto, y Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. El hombre, por transgresión voluntaria, cayó y su única esperanza de redención se encuentra en Jesucristo, el Hijo de Dios (Gén. 1:26-31; Gén. 3:17; Rom. 5:12-21).

Condiciones de Salvación

La Gracia de Dios, la cual nos brinda salvación, ha sido entregada a todos los hombres, a través de la prédica del arrepentimiento hacia Dios y a través de la fe en el Señor Jesucristo; el hombre es salvo por la limpieza de la regeneración y renovación del Espíritu Santo, y por ser justificados por la gracia, ha sido heredero de Dios de acuerdo a la esperanza en la vida eterna (Tito 2:11, 3:5-7; Rom. 10:13-15; Lucas 24:47).

La evidencia interior para el creyente sobre su salvación es el testimonio directo del Espíritu. (Rom. 8:16).  La evidencia exterior para todos los hombres es una vida de santidad. (1 Tes. 4:7, 2 Tim.1:9).

La ordenanza del bautismo a través de la sepultura con Cristo debería ser observada (como lo ordenan las Escrituras) por todos los que se han arrepentido de sus pecados y en sus corazones han creído en Cristo como su Salvador y Señor. Al hacer esto, ellos declaran al mundo que han muerto con Cristo y que también han sido liberados para caminar con Él en vida nueva (Mateo 28:19, Ro. 6:4).

La Cena del Señor, la cual consiste de los elementos, pan y fruta del vino, es el símbolo que expresa nuestra participación en homenaje a Su sufrimiento y muerte, y una profecía de Su segunda venida, la cual es ordenada a todos sus creyentes “hasta el momento de Su venida” (Juan 6:48, 51, 53-57; Lucas 22:19,20; 2 Pedro 1:4; 1 Cor. 11:25).

Todos los creyentes deberían esperar fervientemente y buscar seriamente la Promesa del Padre, la cual es el bautismo en el Espíritu Santo. Con esto viene la infusión del poder por la vida y servicio, y el otorgamiento de los dones y sus usos en el trabajo del ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4-8; 1 Cor. 12:1-31). Esta experiencia puede ser distinta de y subsecuente a la experiencia del Nuevo Nacimiento (Hechos 2:38, 10:44-46; 11:14-16; 15:7-9).

Por el poder del Espíritu Santo, buscamos obedecer el mandamiento, “Sean santos, como yo soy santo.” La santificación es la voluntad de Dios para todos los creyentes, y debería ser buscada seriamente obedeciendo la Palabra de Dios (Heb. 12;14; 1 Ped. 1:15, 16; 1 Tes. 5:23,24; 1 Juan 2:6).

La Iglesia es el Cuerpo santo de Cristo, la morada de Dios a través del Espíritu, con designaciones divinas para el cumplimiento de la gran comisión. Cada creyente es una parte integral de la iglesia, y sus nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero (1 Tes. 2:4)

El ministerio llamado de forma divina y ordenado en las escrituras ha sido proporcionado por nuestro Señor con un doble propósito: (1) La evangelización del mundo, y (2) La edificación del Cuerpo de Cristo (Marcos 15:16, 20; Efe. 4:11-13).

Dios creó el matrimonio. Es un pacto entre un hombre y una mujer que los hace uno (Gen 2:22,24; Mateo 19:5-6).

La liberación de enfermedades es otorgada por la expiación de Cristo y es el privilegio de todos los creyentes (Isa. 53:4,5, Mateo 8:16,17; Marcos 16:18; Juan 5:14).

La resurrección de aquellos quienes han descansado en Cristo y su desplazamiento, junto con aquellos que aún viven y esperan al Señor, es inminente y es la esperanza bendecida de la iglesia (1 Tes. 4:16; Rom. 6:23; Tito 2:13; 1 Cor. 15:51,52).

La revelación del Señor Jesucristo que vive en los cielos, la salvación de Israel nacional y el reino milenial de Cristo en la tierra son promesas que se encuentran escritas y son nuestra esperanza (2 Tes. 1:7; Apoc. 19:1-16; Rom. 11:25; Rev. 20:1-7).

El enemigo y sus ángeles, la bestia y el falso profeta, y quien no se encuentra escrito en el Libro de la Vida del Cordero será enviado al castigo eterno en el lago que arde con fuego y azufre, el cual es la segunda muerte (Apoc. 19:20; 20:10-15).

Nosotros, como se nos prometió en las Escrituras, buscamos un nuevo cielo y una nueva tierra en la cual more la justicia (2 Ped. 3:13; Apoc. 21:1).